Desde pequeñita ya me decía mi madre que era diferente.
Recuerdo que en el colegio había el típico grupo de las niñas y niños
populares, y luego estaban los menos populares, supongo que como en todos los
colegios, y en las esquina del patio, los “marg…” no me gusta esa palabra pero
no se me ocurria otra. Yo a pesar de todo, tenia a mis amigas y amigos entre
los considerados como populares, pero para mí no existían esas diferencias, de
hecho, no cabían en mi razón.
Cada curso me hacía buena amiga de algún niño o niña de ese
tercer grupo y casi les adoptaba en mi casa. Me los llevaba a comer días tras
días, o cada tarde estaban en mi casa merendando y haciendo las tareas, parte
de ellas se las hacía yo, y por supuesto encantadísima. Era muy peculiar porque a veces saliamos del
cole y les decía venir a comer a casa, y me los llevaba y me presentaba en mi
casa con mas bocas para comer sin avisar siquiera a mi madre. Que ahora que lo pienso, santa mi madre que
jamás me dijo nada ni tampoco me riñó ni una sola vez, si me pedía con mucha
educación que por favor la avisara antes de llevar a casa a gente por sorpresa.
También me daba por jugar de forma muy peculiar. No era la
típica niña que quería muchos juguetes y que llegaban los reyes y pedía una
lista interminable y por supuesto era muy feliz con todo lo que me traían,
aunque hubo épocas delicadas.
Me encantaba dibujar y fantasear historias que se creaban en
mi mente. Por ejemplo, cuando iba en el bus, pensaba una historia de cada
persona que viajaba en ese momento conmigo y porqué se bajaba cada uno en
aquella parada. Algo que me encantaba
era cuando cerraba los ojos y veía cosas… sí, cosas…monitos, nubes, personas,
lugares que jamás había visitado…cosas. Sin necesidad de decir voy a pensar en
algo y luego imaginarlo. No, simplemente cerrar los ojos y ver algo.
Seguro que a alguno os ha pasado en algún momento, digo yo.
El problema, según alguna gente, es que estas historias que
me imagino en el bus, tren o incluso cuando viajo en coche y veo a conductores
y viandantes, no quedó en mi niñez, sino que sigue en mi forma de ser y de ver
la vida, sigo cerrando los ojos y creando y viendo fabulas maravillosas, para
mí al menos. De hecho, sigo viendo dibujitos cada día, jugando con mis sobrinos
cual niña a su nivel, soñando, fantaseando, dibujando, subrayando todo con
mucho color… creo que aunque muchos me miren como si estuviera “chalada”, eso
es lo que me hace diferente, lo que me hace mantener ilusión por cosas que el
resto de la gente jamás percibiría y sobre todo, me hace sentir más feliz.
Os invito a que jamás abandonéis vuestro niño pequeño ese
que una vez fuisteis y que por circunstancias varias abandonasteis, buscarlo y
no lo dejéis escapar de nuevo, porque os aseguro que es un paso a la felicidad
en muchísimas situaciones y un empuje en el día a día.
Os cierro este post con una fotografía del maestro Richard Avedon con la cual me siento muy identificada.
Os cierro este post con una fotografía del maestro Richard Avedon con la cual me siento muy identificada.