En este mini diario quiero dejar reflejada mi visión de la
pasada festividad señalada en nuestro país, y destacada por su fama en la
ciudad que vivo, LA SEMANA SANTA DE SEVILLA.
Me considero una chica atea, o mejor dicho agnóstica, para ser más
concretos. Aun así, y a pesar de ello, vivo la semana santa de forma muy
intensa desde mi punto de vista, como todos sabéis siempre desde
mi lado del espejo.
Tengo muchas cosas que decir a favor y otras tantas en
contra de esta festividad, pero soy consciente de que las buenas vencen a las
malas, sin duda alguna, y no pretendo hacer demagogia ni mucho menos.
Hace ya tres años que llevo viviendo la semana santa de
Sevilla y sin duda, no tiene nada que ver con las que ya conocía, la que más, la de Córdoba, por ser mi ciudad natal.
Aquí en Sevilla, todo se vive de forma más intensa aún si
cabe. Todo conlleva un ritual, un plan perfecto, un año de preparativos, porque
aquí el domingo de resurrección no se acaba la semana santa, sino que comienzan
los preparativos de la del año próximo.
El primer año que viví la Semana Santa aquí, lo que más
recuerdo es el dolor de pies y de espalda con el que acabé, no os voy a engañar. Dejando a un lado eso, si me
paro a pensar en aquella primera vez, esbozo una sonrisa y un gesto de
alucinación que quedará perenne en mi.
Recuerdo un espectáculo brutal que presenciaron mis ojos,
cuando en el puente de los bomberos, subía San Bernardo y al llegar justo al
centro del puente, un foco en medio de la oscuridad iluminó desde arriba al
crucificado, mientras le llovía un manto de pétalos. Todo ello acompañado de
ese silencio sepulcral que inunda esos momentos, a pesar de la masa de gente
que allí había; que hasta el puente se
lamentaba; acompañado del olor a incienso, que también he de decir, que el
incienso de las hermandades de Sevilla huele distinto… esa fue mi primera
experiencia estética de la semana santa sevillana.
Ese primer año no me atreví a lanzarme a vivir la famosa
madrugá, pero me levanté a las 5:00 de la mañana y me fui para el centro,
encontrándome lo primero una estampa digna de haber sido fijada para
posteridad. El escenario fue en la Plaza de la Encarnacion ahora conocida más
coloquialmente como las setas, pasando por una calle estrecha la Macarena,
cantando desde un balcón una saeta Alex Ortiz, las caras de la gente de no
haber pegado ojo en toda la noche, siguiendo fieles a sus imágenes, a sus
señores y señoras, y un joven, vestido de punta en blanco, traje y corbata sin
un detalle de menos, con un llanto agónico, compungido ante la imagen de su
señora. Digno de vivir, de ver y de experimentar… que os puedo decir?
Recuerdo también, otra cosa que te puede pasar en la semana
santa sevillana, y es que de camino a ver un paso, vi una calle en la que no
había mucha gente y decidí pasar por allí, cuando de repente un paso cruzaba la
perpendicular, se lleno en un instante de gente la calle, y allí no había quien
pudiera ni siquiera respirar. Durante unos minutos lo pasé francamente mal,
pero también es verdad que fue algo inesperado y que más o menos se sabe donde
se van a formar las típicas bullas.
En este primer año, tuve otro momento en el que el
agotamiento pudo conmigo y a pesar de ello, recuerdo la belleza del momento.
Estaba en la plaza del salvador esperando que llegaran los panaderos, no cabía allí ni un alfiler, estaba masificada.
Recuerdo que el dolor de pies que tenia era insoportable pero el de espalda ya
era demasiado, no me dejaba estar ni un minuto más en pie. Recuerdo mientras el
paso estaba caminando delante mía, las marchas sonando, lo miraba pero
realmente no recuerdo la imagen, y no aguanté más.
Este paso de los panaderos, que me encanta porque es
bellísimo y camina genial, para mi está un poco gafado, porque esa fue la primera
vez que lo vi, y la segunda lo vi “corriendo” por campana bajo la lluvia…
sinceramente, no corría, pero no quiero abrir polémica, fue, el que siga la
semana santa sevillana lo recordará, el famoso año que tan criticados fueron
los de la hermandad, porque llovía, y ellos iban como si nada por campana,
recreándose, y mientras otro paso esperaba bajo la lluvia para poder pasar. No
digo que bien o mal estuviera, solo digo que fue espectacular.
Esta primera vez no solo fue mía sino también de mi pequeña insectito palo lo cual fue genial vivirla con ella, sus reacciones y su carita.
El segundo año de mi semana santa sevillana, si que me
atreví a vivir la madrugá, y lo más impactante fue la salida de el Silencio,
recuerdo que no se escuchaba nada, si el viento silbaba para no molestar,
empezó levemente a caer agua fina, y todos los ojos de las miles de personas
que allí esperaban se alzaban al cielo, como si suplicaran. Se respiraba
tensión, emoción, pasión… se veían los sentimientos, fue espectacular. Ese
respeto de la gente me dejó bastante impactada.
Por supuesto y creo que como en casi todas partes hay imágenes dignas de plasmar como la siguiente donde los contrastes, personalmente, me encantan.
Este es mi tercer año de semana santa y el primero que el
tiempo ha acompañado. Es increíble como viven los cofrades, desde un mes o más
antes controlando el pronostico del tiempo, llueve, no llueve… como preparan sus túnicas, las tintorerías
están llenas de ellas, los comercios customizan sus locales con las imágenes,
hoy mismo vi en la farmacia de mi calle un mini paso hecho en caja de zapatos
con muñequitos playmobil. Cada uno lo customiza como puede, otro, autenticas
obras de arte. Es imposible que vivas en Sevilla, llegue semana santa, y no te
enteres de que ha llegado. La ciudad se da la vuelta, se pone sus mejores galas
e incluso acelera procesos que suelen ser de palacio.
El domingo de ramos parece que todos los ciudadanos
estuvieran invitados a una boda, las mejores galas se lucen por las calles,
haga sol de 33 grados como el que hemos vivido este año o llueva y se juegue
con la incertidumbre como años atrás.
De cerca vivo todo esto, potenciado por que mi pareja es muy
capillita como se dice aquí. Es precioso ver la emoción de sus ojos, ver la
pasión, simplemente sus ganas.
Este año he batido un record de aguante sin duda alguna y
mis seguidores instagramer lo han podido comprobar . El reto fuero 48 horas de
semana santa durmiendo únicamente 2 horas en esas 48. Esto parece un poco como
el programa de 21 dias, asi que como es mejor vivirlo que contarlo, me dediqué
a plasmar mi madrugá de la semana santa de Sevilla mediante imágenes que hoy os
dejo a vosotros también.
Poco o mucho más tendría que añadir a este post pero como tampoco pretendo hacer una novela de la semana santa, pues aquí finaliza, solo invitar a que los que no la conozcáis, no dejéis más tiempo, es un espectáculo inigualable.
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