Un día se despertó y sus ojos no vislumbraban más allá de una bruma espesa, gris, aterradora. La gente a su alrededor la veía perdida, desconcertada, pero no entendía que pasaba por su mente, que acontecía en su interior. No entendían porqué ese rostro tan lindo, esos ojos del color de la castaña, esa piel de la tersura de un melocotón...ya no brillaba. Al menos, no para ella.
Los amaneceres en su corazón desde aquel entonces han sido grises, solitarios. Desde aquel entonces se mudó a una habitación de cristales tintados del interior hacia fuera, visibles para todo aquel que rodeara la habitación, y opacos para ella. Sola con ella misma, desde aquel día empezó un camino por el que aún vaga perdida, buscando una puerta que no existe, porque lo que ella no ve, es que absolutamente todo, es una salida.
Cuando la miras, ves en su rostro la desesperanza, la apatía, el alma errante y herida, desconsolada... un alama autodestructiva que no sabe ser feliz, que piensa que todo está del revés en su vida, y que ella tiene la culpa de todo ello.
Duele mucho ser espectador de esta pesadilla, duele mucho saber que no se tiene poder para cambiar un alma perdida, hunde las ganas el apoyar todas tus confianzas en un corazón amargado, un corazón que necesita comenzar, disolverse para formarse de nuevo, morir como tal para nacer en quien una vez fue.
Lloré cada noche, cada instante, lloraré cada noche, cada instante hasta ver que esos ojos vuelven a brillar, vuelven a resplandecer con las ganas de vivir que todo ser humano se merece.
Siempre estaré apoyandote de corazón porque tu alma es mi alma.